Consumo exhibicionista x evolución cultural

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Seducida por el consumo exhibicionista, fruto de la globalización, la gente pierde su  individualidad y el nivel cultural termina debilitándose.

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Cada vez más los medios de comunicación crean un inconsciente colectivo que estandariza el comportamiento e incluso las emociones humanas. Estamos ligados a una visión del mundo en la que nuestra individualidad queda relegada a un costado: llevamos a nuestros hijos al McDonald’s, usamos jeans y tomamos Cola-Cola. La globalización invasiva excede los hábitos de consumo. Fíjese que hasta las grandes ciudades son visualmente similares, los mismos letreros luminosos, y hasta el mismo olor.

Con las modificaciones sociales y económicas que vinieron con la globalización, se acentúan las necesidades creadas que, a través de los medios de comunicación, terminan seduciendo a las personas a asimilar nuevos hábitos e inducen a un consumo exhibicionista, conspicuo y, a veces, tonto.

No es difícil comprender, por ejemplo, por que ciertas mujeres tiene docenas de pares de zapatos, o porqué algunos compran relojes de millones de dólares: el glamour, o la pose exhibicionista, existe desde el origen de los tiempos. Pero, lo que era privilegio de las cortes y monarquías europeas, y de los faraones, contamina ahora a la clase media.

El problema es que las actividades constructivas, como las artes y la música, fueron dejadas de lado. La prioridad es el culto al cuerpo en los gimnasios, o la compra de cosméticos y ropas, la última palabra en celulares, una TV con pantalla de LCD, etc. Todo bien, nada en contra el consumo que, como mínimo, sirve para amenizar la ansiedad o el deseo de afirmación personal pero ocurre que el presupuesto de la mayoría delas familias de clase media no permite todo esto.

¿Ir al gimnasio, comprar un nuevo celular o estudiar piano? Adivine cual es la prioridad. Sin despreciar en modo alguno, la importancia de las conquistas tecnológicas, el proceso necesita volver a pensarse. El  problema del mundo contemporáneo no es la evolución material, sino la involución cultural. En esa involución está, entre otras cosas, la decadencia de las artes. Al final, ¿quién duda que nuestros programas de televisión y novelas no eran más inteligentes en el pasado? O que la música popular no roza lo grosero. Recuerdo una crónica, falsamente atribuida a Luis Fernando Veríssimo, titulada “No a las drogas”, en la que el autor brasileño, muy graciosamente, se confesaba usuario de las mismas, pero no hablaba de sustancias psico-activas: había recibido como regalo un CD de un dúo brasileño del Sertao, le gustó y cuando se dio cuenta ya estaba en una tienda comprando un CD de pagode. Ahora, este sujeto está en tratamiento para revertir el cuadro y precisa dosis masivas de música clásica y de jazz.

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Trate de darse cuenta que, a medida que la tecnología progresa, parece estar comprometiendo la evolución de las artes. La computadora, por ejemplo, es una máquina abstracta y, cuando el arte comenzó a utilizarla, se apartó de la esfera de los sentimientos. La computadora es una herramienta que ayuda a producir música y artes visuales, pero todo lo que produce parece frío y pasteurizado. La computadora parece, de hecho, una herramienta ideal para la evolución de la tendencia de encarar el arte como si fuese ciencia. O, ¿no es verdad que los comerciales de televisión producidos por computadora son parecidos?

Otra cosa que torna al consumo exhibicionista en irresistible es la enorme oferta de crédito, ahora a largo plazo y con intereses bajos. Una estadística reciente muestra que el 57% de las personas están atrasadas con sus compromisos y el 43% son insolventes, o sea que no pagan sus cuentas ¡hace tres meses!

Lo peor de todo es que la música y la cultura en general no son responsables por ese comportamiento de la renta de la gente. En verdad, están comprometidas con un tipo de consumo que promueve la involución cultural. La gran pregunta que queda en el aire es si realmente la gente quiere la evolución o prefiere mantenerse en el nivel de estancamiento (o incluso de retroceso). En los cuadros siguientes, es posible darse una idea de como el consumo en general crece más en el planeta.

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