Emprender es un gran arte, más aún en el segmento de la música

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* Por Rafael Romano, director de Music Kolorwww.musickolor.com.br

Profesionalización de la pequeña empresa: comenzar o morir

Muchos comienzan un negocio propio para realizar un gran sueño, otros por necesidad luego de un despido, algunos inician accidentalmente por diversas influencias. Oímos consejos, buscamos referencias, investigamos, hacemos cursos, pero, de hecho, descubrimos ese universo de verdad en la práctica.

En mi caso, creé Music Kolor a partir de una necesidad personal. A mediados de 2004, como muchos, un músico soñador, necesitaba rehacer la pintura de una guitarra que se había roto luego de un show. Busqué especialistas en ese segmento y no encontré. No quería simplemente cambiar el color, pretendía hacer una personalización y resolví hacerla solo, creyendo que sería simple. Imaginen cómo quedó el trabajo. 

Decidí recurrir a mi papá, que tenía más de 30 años de experiencia en pintura automotriz. Investigamos juntos para mejorar las técnicas para ese tipo de pintura y logramos un resultado sorprendente.
Aquello que era para ser algo personal comenzó a convertirse en un negocio. A los amigos les gustó el resultado y comenzaron a encomendar pinturas, indicar nuestros servicios y el crecimiento fue progresivo.

Pero fue allí que también comenzó una etapa totalmente diferente. Día tras día, me deparaba con situaciones nuevas y diferentes que demandaban tomar distintas decisiones. ¿Cómo se llamaría la empresa, cómo sería el logo, dónde se haría la divulgación, cuáles serían los precios, cuáles serían las reglas, será que va a funcionar?

Las preguntas y dudas eran innumerables y continúan hasta hoy. Con el tiempo, fui notando que emprender era mucho más que hacer un buen trabajo, era entender cuáles son las competencias necesarias para el negocio, cuáles yo personalmente tenía, en cuáles necesitaba capacitarme o llamar a personas y socios estratégicos para eso. La cosa se volvía un poco más compleja, pero llena de adrenalina…

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El desafío de profesionalizarse

Cuando fundé mi empresa, tenía 20 años. Ya concluido el curso técnico en química, cursaba facultad de ingeniería y conciliaba los estudios con la empresa. Eso me ayudó bastante en la mejoría del proceso productivo, en el entendimiento sobre pinturas y pigmentos, en la aplicación y elección de los mejores insumos, y en la logística.

Emprendimiento que llamó la atención de la prensa

Pero tenía también un lado de gestión que me aterrorizaba: cuentas a pagar, cuentas a recibir, planificación, RRHH. Comencé a participar de conferencias, leer libros del área que me ayudaron bastante, pero aún no eran suficientes.

Notaba que las áreas, además de bien dirigidas, precisaban estar bien integradas para que el resultado fuera satisfactorio. De nada servía tener mucho trabajo si, al final del mes, la cuenta no cerraba.
Resolví ampliar la visión. Comencé a cursar facultad de gestión comercial y me acerqué a Sebrae (Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas). Conté un poco de la historia de la empresa y ellos se entusiasmaron con el proyecto.

Más allá de los cursos gratuitos y del Empretec (seminario creado por la ONU para fortalecer las habilidades como emprendedor), fui invitado a participar de un programa de consultoría en el que ellos evaluaban cada departamento de la empresa, buscando establecer un patrón de calidad. Algunos aspectos fueron más simples, otros más complicados, pero fue una experiencia fantástica. Pasé a observar el negocio de una forma mucho más amplia y los resultados fueron apareciendo naturalmente.

En paralelo, inicié un trabajo de mentor empresarial con una persona que después invité a ser mi socio. Él, que actúa en consultoría de branding y también tiene una agencia de comunicación, agregó otras competencias ala nueva etapa de crecimiento. Hoy tenemos una planificación estratégica que contempla las diversas áreas del negocio y que nos da un norte sobre dónde estamos, adónde queremos llegar y cómo agregar valor a nuestros clientes y colegas.

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Innovación como parte del DNA

Muchos asocian innovación a la tecnología. Yo considero que innovar es buscar la mejoría diaria para solucionar nuevos problemas. Ese cambio de mindset impide que nos acomodemos. Siempre tenemos algo para mejorar, sea en un proceso, maquinaria, línea de producto o servicio, materia prima. Los consumidores están en constante mutación y no podemos ir en contramano.

A veces, escucho de los pequeños empresarios algo como “pensar en profesionalizarse es más para grandes empresas, pues es muy caro”, “a veces pienso en hacer algo, pero no sé por dónde comenzar”, “eso es bueno, pero mi negocio es diferente”, “yo trabajo solo, no tengo tiempo para eso”. Puedo decir que, independientemente del tipo y tamaño del negocio, sí se puede. Si comenzamos haciendo el ejercicio de entender aquello que hacemos bien y las competencias que no tenemos, ya será un gran inicio.

Seguramente en todos los países existen asociaciones o cámaras que poseen consultoría y cursos gratuitos para poder saber más, por ejemplo, sobre temas administrativos. ¡Vamos a emprender juntos, profesionalizarnos y ser felices!

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