Mi historia musical
Por más extraño que parezca, existe un reino donde las crisis no llegan, donde las murallas no existen y donde los cambios ocurren siempre para bien
En ese reino, todo el dolor se disipa con vibraciones sonoras y explosiones de creatividad. Sin embargo, en ese reino no existe lealtad ni amigos, no existe rey o reina, no existe el mañana. Muchos de otros reinos se encantan con las melódicas historias que se oyen de allí. Aunque ninguno ve que las leyendas son reales. Que el legado dejado por exploradores del pasado aprisiona a los habitantes, donde el día no termina y las noches son, en su mayoría, festivas, pero muchas veces, también melancólicas.
Muchos de nosotros estamos en la industria de la música para habitar en ese reino imaginario. Y así hicimos carrera, criamos familias y disfrutamos de lo que hacemos. ¿De verdad?
¿Cómo puede un mundo encantado acalmar nuestras almas cuando no hay unión ni compromiso entre aquéllos que lo habitan? ¿Cómo puede este mundo encantado evitar las tinieblas, ya que el universo coexistente aprisiona a aquel que desea apenas ser feliz e importa líderes de otros mundos sólo para ver su peso en oro crecer? ¿Dónde está nuestro rey? ¿Dónde está nuestra reina?
En la actualidad muchos de nosotros aún mantenemos la leyenda viva. Luchamos contra etiquetas y reglas establecidas, buscamos en las nueves e i-nubes la exposición al sol. Nos vestimos de normales al caer la noche, pues en el bar hoy sólo se oye un estilo musical. Y si existen los bares ‘unimusicales’ ¿dónde está la pluralidad? ¿Sólo en el aspecto medieval de un festival que ocurre a cada bienio? ¿Las oportunidades de mercadeo ofrecidas por los medios del reino? ¿En nuestra creencia forzada de algunos templos? ¿Y todo eso sólo por un lugar al sol?
La fuerza de la música
Quería que los años permitiesen que ese mundo fuese como imaginé un día: lleno de auriculares. Cada audífono con su estilo musical. Por cierto, ¡atención, industria! He aquí que no es una mala idea que en los días actuales de streaming y pésima calidad de audio creasen auriculares de colores diferentes que identificarían los estilos musicales allí contenidos. Sería posible identificar mejor a nuestros afines y aquéllos que se acercan más a nuestro gusto. Mejor aún, si en vez de ser coloridos, les colocasen un LED que indicaría el estilo y se quedaría parpadeando como loco cuando el bobo de la corte oyese a Zeca Pagodinho, Edson & Hudson y Slayer en el mismo playlist. O mejor, creo que no. Alguien que escucha Zeca Pagodinho, Edson & Hudson y Slayer no es el bobo de la corte… debe ser recién casado.
Más allá de la universalización de estilos y ritmos, de culturas amplias o estrechas, existe la historia. Aquélla que nos enseña los caminos y que nos muestra que la música vivida, cantada, hablada y absorbida aún es un santo remedio para las almas y es a veces nuestra fuente de deseos en momentos turbulentos. Tan poderosa como la palabra, podemos llevar la música a todos lados y nos acompaña a través de nuestra jornada.
En mi historia musical, que, puedo decir, es larga, la música se imprime entre el alivio y el dolor, la angustia y la amistad, y si mi reino existiese yo lo describiría así: Si un día fuese alLA, no tendría miedo del SOL, ni REtrocedería. Porque MI cara feliz sabe que en ese reino encontré mi amor, que es mi esposa, y su apellido es FAn. La música cura… pero, como todo buen remedio, a veces duele.
¡Hasta la próxima!