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Opinión: El músico necesita tener más orgullo y menos vanidad 

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Somos todos nosotros, trabajadores del mercado musical, engranajes frente al músico y sus obras, y éstas están al servicio del arte y del público. Pero, ¿qué pasa cuando la fama se sube a la cabeza?

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Los músicos no siempre obtienen lo que se merecen, no siempre tienen longevidad en el éxito. Y de algunos ni siquiera se puede decir que alcanzan ese nivel.

El mercado, por su parte, no existe sin la música, y la música solo existe gracias al músico. Y eso se convierte, por supuesto, en el comercio tal como lo conocemos, en virtud del público.

Pero, ¿cuáles son las reacciones de la audiencia cuando el músico no está en el escenario, no es unánime, no es una celebridad?

No es cierto que muchos señores mayores, que escuchan a los más variados artistas y sus canciones, a veces muestren descontento con un hijo o hija cuando se profesionaliza en los círculos musicales, o cuando se casa con alguien, común en el medio (después de todo, para algunos, solo hay éxito en la notoriedad y la fortuna).

Bien puede una persona vender zapatos, y no ser dueño de la tienda, y eso en nada disminuye el mérito de un trabajo honrado y justo. ¿Y por qué la sociedad solo parece respetar al músico cuando es un artista famoso y rico?

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¿No hay hipocresía en alguien que menosprecia a un músico cercano, que conecta un dispositivo para escuchar música con, muchas veces, artistas cuya historia proviene de dificultades previas y prejuicios sociales antes de alcanzar la fama?

“No soy más que nadie”

Por otro lado, ser músico no le da a nadie superpoderes, y mucho menos ascendencia superior extrahumana, ya sea por alto rendimiento técnico, talento innato o éxito con el público en general. El artista depende de la aceptación del público, del medio y de no corromper sus atributos, y ahí radica la diferencia entre el orgullo y la vanidad a nivel profesional.

Sentirse orgulloso del trabajo bien hecho y hacer algo que se disfruta debe estar en el corazón de todo trabajador, de todos los sectores de la sociedad, desde el más humilde hasta el dueño de negocios millonarios. Pero ser superior a tus compañeros, no solo por los logros, sino por ser victorioso, es exactamente lo que construye un precipicio en toda carrera prometedora.

He tenido una conversación con mis alumnos de guitarra durante años, cuando por lo general comienzan a ser demasiado arrogantes o pensar que son mucho peores de lo que realmente son. Por eso digo: “Nunca olvides que de los miles de millones de personas en esta tierra, hay miles mucho mejores que tú en lo que haces, y miles de millones mucho peores por no hacerlo, o por hacerlo con menos entusiasmo. No te creas un paria y mucho menos el mayor genio de todos los tiempos, valora a dónde vas, no permitas que nadie te degrade, hazte la autocrítica de ser indulgente con el prójimo, y perfeccionista contigo mismo”.

Algunos jóvenes, a veces, al no entender mi vocabulario, tienen esa mirada de “¿Qué estás diciendo?”.

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Entonces respondo con humor: “Hay mucha gente mejor, hay mucha gente peor, soy bueno en lo que hago, pero no soy más que nadie”.

Esta máxima que creé, cuando se dice en ese lenguaje popular, trae risa y reflexión.

Sin embargo, la industria de la música, que gana miles de millones con la transmisión y la venta de equipos, debe tener una actitud más respetuosa hacia quienes le brindan un sustento millonario.

Músicos, sonidistas, productores, en definitiva, los engranajes de la máquina de las ganancias.

Muchas personas hoy en día viven en una opulencia sin igual a causa del mercado de la música, pero no tienen en el pecho gratitud por lo que han logrado en él…

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Estas son personas que no “son” el negocio de la música, simplemente “están” en él.

Falta amor donde sobra vanidad, falta enorgullecerse de lo que se hace bien.

Falta saber qué es “ser bueno” en una máquina que no funciona con un solo engranaje.

Cada uno es imprescindible.

*Autor: Nelson Junior, profesor y guitarrista brasileño.

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